Suicidios, ira, protestas violentas, amenazas terroristas, ataques y desesperación: Italia no descansa, inmersa en una crisis que parece superar lo económico.

Un hombre está junto a un árbol con una soga al cuello y dispuesto a saltar. Sus empleados lo miran fijamente: se quiere matar porque no puede cubrirles el sueldo y sus clientes no le pagan. Al fin, baja del árbol. En otros lugares se lanzan huevos, piedras y cócteles molotov, y las agencias de recaudación fiscal reciben intimidaciones, mientras sigue en el misterio el atentado a una escuela en Brindisi que mató a una alumna de 16 años.

Desde hace semanas los ciudadanos se manifiestan contra las reformas y los recortes. La suba en la luz y el gas, el aumento de la edad de jubilación y el nuevo impuesto territorial, que pretende recaudar más por el uso de las viviendas, provocan reacciones.

"Vergüenza". Con esa palabra recibían las víctimas del terremoto que sacudió el domingo el norte de Italia al primer ministro, Mario Monti, cuando visitó Sant'Agostino, el lugar más afectado. "¡Váyase a casa!", le gritaban a Monti, apodado "súper Mario" y quien debía salvar Italia al asumir hace casi seis meses; ahora está perdiendo la confianza ciudadana: las encuestas le dan el 35% del apoyo, frente al 71% de fines de 2011, cuando asumió el cargo.

Y las amenazas preocupan al Gobierno. Los diarios publicaron cartas dirigidas contra la agencia recaudadora de impuestos Equitalia y contra Monti, y que exigen un cambio de ruta. E incluso cuando existen dudas de su autenticidad, el miedo crece.

A comienzos de mes, anarquistas le dispararon al gestor de una empresa nuclear en Génova y anunciaron ataques contra Equitalia (ya hay un movimiento llamado "Equitalia, no grazie"), acusada de aplicar recargos extremadamente altos a las cuentas impagadas. Bombas incendiarias fueron lanzados contra una filial en Livorno y sus trabajadores temen sufrir ataques.

La situación económica no es el único motivo de los suicidios, pero sí puede reforzar esa tendencia. Y pese a que no hay una relación directa entre amenazas anarquistas, protestas ciudadanas y suicidios, el vicepresidente de la Cámara de Diputados, Maurizio Lupi, advierte que todos son signos de una creciente tensión. "Hay desazón, pero tenemos que evitar que la violencia se convierta en un megáfono de ese malestar".